Nuestros aromas se combinaron. Nuestros cuerpos se entendieron. Nos agarramos al mismo ritmo, con la misma intensidad, la misma voluntad. Hemos hecho del sexo exactamente lo que hay que hacer: un intercambio intenso, fluido, alucinado. Sin que nadie necesite contener, sin que nada necesite ser prohibido o previamente consentido: nuestra comunicación era física. El sexo casual más casual de toda mi vida no prometió nada, pero cumplió sin salvedades
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